Al final siempre gana Alemania


"El fútbol es un deporte sencillo; veintidós jugadores persiguen un balón y, al final, siempre gana Alemania". Esta frase, genialmente acuñada por Gary Lineker a la salida de un partido, es una de esas citas que trascienden al imaginario futbolístico y quedan para el recuerdo en libros y anuarios, con un cierto halo de atemporalidad.

En un primer momento, uno podría pensar que se trata de un simple comentario cargado de socarronería británica, fruto de la impotencia o de la frustración: Lineker responde así al ser entrevistado después de que la selección inglesa resultase eliminada en las semifinales de la Copa del Mundo en 1990 a manos de la Mannschaft.

Sin embargo, si ampliamos la perspectiva y analizamos el contexto histórico de sus palabras, quizás no fuesen pronunciadas tan a la ligera. El fútbol, como todo en la vida, es cíclico y el que ostenta el poder, tarde o temprano acaba cayendo. Sin embargo, desde que el bueno de Gary tuvo uso de razón, Alemania siempre había sido la gran amenaza.

La historia comienza en Inglaterra '66


Me imagino a un joven Lineker pateando balones de cuero trenzado por las calles de su Leicester natal, ataviado con pantalones cortos, zapatos remendones y la clásica flat cap de las Midlands. Acaso su primer recuerdo futbolístico fue ver cómo su país se alzaba con la Copa del Mundo organizada en Inglaterra en el año 1966. Aquella generación de los Charlton, Moore, Banks, Stiles, Hurst o Greeves ganaba en casa -y no sin polémica- la final a una selección germana que avisaba: ya estamos aquí.

Final de 1966
Final de 1966

Los 70, época dorada del fútbol alemán

Llegan los años 70 y, con ellos, la eclosión en Europa de un gran Bayern Munich, que conformará el esqueleto de la selección nacional: Beckenbauer es la gran figura y el creador de juego, Torpedo Müller es el prolífico goleador que todo lo enchufa y Sepp Maier, el que aporta la seguridad bajo palos. También están Schwarzenbeck, central sobre el que recae el trabajo de marca para liberar a Beckenbauer y cierra en la salida de balón del líbero; Uli Hoeness, centrocampista sobrio de gran recorrido y Paul Breitner, un completísimo lateral zurdo que resultaba seguro en defensa y tenía mucho gol arriba.

Además del Bayern, está el Gladbach


Completan la selección, fundamentalmente, un bloque de jugadores del otro gran equipo del momento en la RFA: el Borussia Mönchengladbach. Günter Netzer, Jupp Heynckes, Berti Vögts, Herbert Wimmer y Rainer Bonhof añaden todavía más quilates a una Mannshaft que, bajo la dirección técnica de Helmut Schön, se convertirá en una máquina demoledora en los años sucesivos. En 1970, con el equipo aún a medio consolidar, consiguen un meritorio tercer puesto en el mundial de México, sólo por detrás de las grandes favoritas: la Italia de Rivera y el Brasil de Pelé. A partir de ese momento comienza el que es, para muchos, la era dorada del fútbol alemán.

El doblete Eurocopa + Mundial

En 1972 se llevan la Eurocopa celebrada en Bélgica y, dos años más tarde, derrotan a la Naranja Mecánica de Cruyff alzándose con la Copa del Mundo en Munich. Ni siquiera Holanda, la favorita al título y la selección que, al fin y al cabo, mejor fútbol hacía sobre el planeta, pudo derrotar al equipo de Schön, que obtiene así un doblete épico.

Alemania en el 74
Alemania en el 74


El último gran torneo que disputa esta generación de futbolistas es la Eurocopa de 1976, disputada en Yugoslavia, en la que defienden título. Con muchos jugadores ya en el ocaso de sus carreras e incluso alguna ausencia de bulto como la de Gerd Müller, llegan a la final de Belgrado, donde son sorprendidos en la tanda de penalties por Checoslovaquia, cuando Antonín Panenka se saca de la chistera el genial lanzamiento que, desde entonces, se recordará con su nombre.

Declive y regeneración


En la siguiente gran cita, el mundial de Argentina '78, toca otra vez defender título, esta vez el de campeones mundiales. El consabido bajón que suelen dar las selecciones ganadoras se une al hecho inevitable del fin de ciclo: el bloque de Helmut Schön está viejo. Faltan jugadores clave como Breitner, Müller y Beckenbauer, y los que acuden de la vieja guardia a la cita mundialista pasan en su mayoría de los 30 años.

La esperanza alemana se deposita sobre un joven Rummenigge, aún por explotar del todo, que liderará a la Mannshaft en la siguiente década. Consiguen un 6º puesto y la certeza de saberse un equipo a renovar en todas sus líneas.

La Eurocopa de 1980


Así pues, llegados a 1980, Harald Schumacher reemplaza bajo palos a Sepp Maier y se convertirá en el dueño del puesto en los años sucesivos. La defensa se renueva por completo; destacan Briegel, Förster y Uli Stielike. En el mediocampo se juntan varios talentos jóvenes, aunque con experiencia como Schuster o Hansi Müller. Rummenigge ejerce de enganche y, arriba, Hrubesch, Fischer y Klaus Allofs.

El primer torneo tras la regeneración es Italia '80, la segunda Euro que organiza el país transalpino. Allí, su juego resulta poco vistoso y algo especulativo, pero ganan el campeonato en el Olímpico de Roma ante Bélgica, y levantan así su segundo trofeo continental.

Tras la Euro, finalistas en España '82


La siguiente Copa del Mundo se celebra en tierras españolas. Alemania acude con un equipo más hecho, como campeona europea y con un Karl-Heinz Rummenigge con dos premios Balón de Oro a sus espaldas. Está en la plenitud de su carrera, a punto de cumplir los 27 años. Al bloque de la eurocopa se suman un repescado Paul Breitner y dos jóvenes jugadores plagados de talento: Pierre Littbarski que cuaja un gran camponato y Lothar Matthäus.

Alemania pasa como primera de grupo tras el esperpéntico partido de El Molinón ante Austria y, de nuevo, lidera el grupo de la segunda fase dejando fuera a Inglaterra y España, anfitriona del torneo. Llegan a semifinales, donde se encuentran a una Francia desatada, a la que consiguen superar en la tanda de penaltis. El partido decisivo se juega en el Bernabéu. Italia, que venía de hacer un campeonato irregular, realiza un gran encuentro en la final y se lleva el título ante los germanos.

Final del 82
Final del 82


De nuevo subcampeones en México '86

La siguiente cita mundialista se celebra en México y, de nuevo, Alemania supera la fase de grupos. Esta vez, el juego no resulta brillante, pero consiguen eliminar también a Marruecos y a la anfitriona en octavos y cuartos de final, respectivamente. En semifinales, otra vez Francia. El mismo grupo de los Platini, Giresse o Tigana ahora es el vigente campeón europeo.


Pese a la dificultad del partido, Alemania consigue finalmente un 2-0 con los goles de dos flamantes incorporaciones a la selección: Rudi Völler y Andreas Brehme. En la final aguardaba la Argentina de Diego Armando Maradona, que venía de hacer un campeonato sensacional. No brilló el barrilete cósmico como en otros partidos, pero repartió juego y fueron Brown, Valdano o Burruchaga los encargados de dilapidar una vez más las ilusiones de una Alemania que, por segunda vez, rozaba el título con los dedos.

Beckenbauer conjuga dos grandes generaciones

Beckenbauer, ahora seleccionador, mantuvo desde México el grupo de futbolistas durante el ciclo de cuatro años hasta el siguiente mundial, a disputarse en Italia en 1990. Ya no estaban Schumacher o Rummenigge, retirado, pero había grandes jugadores que llegaban en su plenitud, como Völler o Littbarski. También Brehme y Matthäus, que junto a un joven Klinsmann, conforman la terna alemana del Inter de Milán en ese momento.

Junto a ellos, están otros novatos ilustres llamados a triunfar en la nueva década, como el portero Bodo Illgner, Stefan Reuter, Jürgen Kohler, Karl-Heinz Riedle, Andy Möller y Thomas Hässler. Un grupo con mucha calidad y también una gran seriedad defensiva, asentada sobre una defensa de cinco hombres.

Beckenbauer retrasa, tal como él mismo hizo en los setenta, la posición de un Lothar Matthäus ya capitán y cerebro del equipo, que recoge el balón directamente de la defensa y lo sube, nutriendo a las bandas de unos eléctricos Hässler y Littbarski, que hacen el resto para que la bola llegue a Klinsmann o Völler, los dos delanteros titulares, que formarán un gran tándem en el ataque.

Brehme celebra el gol de la final
Brehme celebra el gol de la final

Campeones otra vez en 1990

Tras terminar primera de grupo, cediendo sólo un empate en el descuento ante Colombia, Alemania se topa en octavos con la Holanda de van Basten y Gullit, una de las grandes favoritas al título. Tras la batalla de Milán, eliminan a Checoslovaquia y a una fuerte Inglaterra en semifinales —ahí es donde Lineker suelta su famosa frase—. Sólo quedaba sortear a su bestia negra cuatro años atrás: la Argentina de Maradona. La final resulta, como casi todo el campeonato, algo gris e insustancial. Como en tantas otras, los equipos que la alcanzan parecen tener más miedo de perderla que ambición para arriesgar y ganarla. Pero en el minuto 87 Rudi Völler cae derribado en el área argentina y, rodeado de polémica, el árbitro mexicano Codesal Méndez decreta lanzamiento de penalti en favor de los alemanes.

La Albiceleste se encomienda a Sergio Javier Goycochea, portero revelación del campeonato que, partiendo como suplente de Pumpido, se había convertido en héroe al detener numerosos lanzamientos desde el punto fatídico en rondas anteriores. Enfrente, Matthäus cede su puesto de tirador predilecto a Andreas Brehme, jugador polivalente y ambidiestro que decide utilizar esta vez su pierna derecha, quizá con la intención de despistar. El golpeo sale raso y relativamente esquinado. Goyco se tira hacia su derecha y casi roza el balón. Uno a cero. Alemania es campeona otra vez.

No es precisamente que ahí termine esa supremacía alemana de la que hablaba Lineker, pues Alemania volvió a jugar finales en 1992, 1996, 2002, 2008 y 2014. De todas formas, culmina una sucesión de tres grandes generaciones en la Mannschaft. Tardarían cerca de veinte años en volver a levantar un título con una plantilla de futbolistas de nuevo legendaria, con Neuer, Lahm, Müller, Klose, Özil o Schweinsteiger entre sus referencias.