De Amancio Amaro (A Coruña, 1939 - Madrid, 2023) se dijeron muchas cosas buenas, pues fue uno de los mejores futbolistas de su tiempo. De todas ellas, la que mejor lo describía fue portada de la Voz en 1962. La firmó, no iba a ser de otra forma, Vicente Leirachá, haciendo alusión a la calma del delantero coruñés ante el creciente torbellino de rumores sobre su posible fichaje por el Real Madrid.
—"Yo, tranquilo"
Así rezaba el titular de la noticia en primera plana que trascendió a la jerga coruñesa para convertirse en un mantra repetido hasta la saciedad durante generaciones para decir de aquello que podría preocuparte o traerte de cabeza, en relidad, te resbala bastante. El famoso "yo, tranquilo como Amancio" aún sigue vivo entre los deportivistas y, en general, la gente de la ciudad. Desgraciadamente, desde hace poco ya no nos queda la persona; y sólo nos queda la frase.
Un chaval de barrio
El joven Amancio Amaro echó a andar futbolísticamente en el Victoria. Él era un crío de los que jugaban por la calle Vizcaya, entre Os Mallos y la zona de la Falperra, La fuente diseñada por Milagros Rey para la rotonda de Cuatro Caminos aún no existía por aquel entonces. Aquellos barrios eran la más absoluta periferia de una ciudad aún a medio camino entre la posguerra, el éxodo rural y el baby-boom de los años 60. Eran años de pleno franquismo, y a los chavales en Galicia les tocaba pelear para irse haciendo un hueco en el mundo laboral si lo que no querían era irse haciendo las maletas y salir emigrados de un país aún poco desarrollado. Pero a Amancio le dio por el fútbol, y comenzó a patear balones en el club de su barrio, el Victoria. Y lo hacía tan bien, que pronto captó la atención de los ojeadores locales.
Amancio en el Deportivo
Su irrupción en el fútbol profesional llegó un otoño, recién estrenada la temporada 1958/59 en la segunda división española, donde se encontraba entonces un Deportivo que empezaba a coger complejo de ascensor. Ese mismo verano habían reclutado al juvenil Amancio Amaro Varela, que tardó poco en hacerse importante dentro del equipo. El club había perdido la categoría un año atrás, y también a varios de sus iconos. Con Juanito Acuña y Pahíño retirados, Luis Suárez expoliado por el Barcelona y Arsenio Iglesias yéndose a Sevilla esa misma ventana estival, un Deportivo necesitado de referentes vagaba sin remedio por la categoría de plata del fútbol nacional.
Ascenso del 62 y Pichichi
Amancio se acostumbró rápido a ser un líder en Riazor. Después de la temporada de su debut, llegaron otras tres en las que llevó al equipo a pelear por el ascenso, algo que conseguiría en su cuarto y último ejercicio vestido de blanquiazul. En junio de 1962 conseguía Amancio ascender a primera división con el Deportivo, después de haber anotado 27 veces en 28 partidos de liga. Ganó el pichichi de plata promediando casi un gol por partido, registro que no volvería a repetir en su carrera deportiva, y que dejó un sinfín de pretendientes para el delantero coruñés aquel verano. Si ya existía cierto runrún sobre la calidad de Amancio Amaro en temporadas anteriores, esta vez la venta parecía segura. Al interés del Barça y el Oviedo se sumó el de Santiago Bernabéu, que intentó bajar las pretensiones económicas de un Dépor que necesitaba rentabilizar económicamente a su jugador.
Figura en el Real Madrid
Llegó a Chamartín en plena regeneración de un equipo cargado de veteranos. En la plantilla merengue se adivinaba un fin de ciclo irremediablemente. Santamaría tenía 33 años; Puskas, 35 y Di Stéfano, 36; así que necesitaban savia nueva para emprender un proyecto de futuro. Allí, Amancio volvió a ganarse la vitola de estrella en tiempo récord, y su carrera profesional vestido de blanco estuvo plagada de éxitos. Apodado El Brujo, llegó a rivalizar en brujería con otro gran futbolista: Quini. Pero Amancio trascendió a los libros de historia futbolística como líder de aquel renovado Real Madrid ye-yé que ganó la sexta orejona y de la España que levantó por primera vez la Eurocopa en 1964. El palmarés de Amancio Amaro es el cuento de nunca acabar, y sus registros ganadores, al menos en el ámbito nacional, han sido igualados por muy pocos individuos aún a estas alturas de la película.
Palmarés de Amancio Amaro
Nueve ligas conquistó el delantero coruñés vestido de blanco; algo que sólo superan hoy por hoy sus ex-compañeros Gento y Pirri, además de la Pulga Messi. La lista continúa con tres títulos de Copa nacional y una Champions, además de la Euro ganada en Francia con la selección. Se deben sumar a todo lo anterior un sinfín de reconocimientos y trofeos individuales —a saber, 2 premios Pichichi, mención en el Fifa XI de1965 y el equipo ideal de la mentada Eurocopa de 1964, un Balón de Bronce ese mismo año y la Medalla al Mérito Deportivo concedida en 2001—. Una vez que dejó de vestir de corto, trató de emular sus gestas como jugador desde el banquillo. Comenzó una breve carrera en el juvenil merengue, llegando a entrenar al Castilla un par de exitosas temporadas. Allí logró cohesionar al grupo de talentosos jugadores que conformaron la Quinta del Buitre. Incluso los dirigió como entrenador del primer equipo, pero la aventura duró apenas una campaña. Amancio ejerció desde entonces como embajador y enlace del club con otras entidades.
El detalle con Arsenio Iglesias
Cuenta en El Debate nuestro admirado Rubén Ventureira que Amancio Amaro tuvo el bonito gesto de viajar ex profeso desde Madrid para estar presente el día en que el Concello da Coruña otorgaba el título de Hijo Predilecto a nuestro Arsenio, patrimonio vernáculo del deportivismo y espejo en el que —probablemente— se miró un Amancio todavía adolescente, mientras soñaba con llegar a ser una estrella del fútbol. El hombre se hizo a una esquina y desde allí contempló la ceremonia tratando de pasar desapercibido hasta que fue el propio periodista, cuenta en el artículo, el que lo animó para acercarse a saludar y felicitar al Zorro de Arteixo. Son a veces detalles pequeños los que marcan las grandes diferencias entre unas personas y otras.
El recuerdo de su boda en Cuatro Caminos
Mi madre, que de niña se crió —al igual que mi padre— por la zona de la calle Vizcaya, siempre cuenta la historia de la boda de Amancio. Fue en el verano de 1965 y el delantero, ya convertido en figura del Madrid, se casó con su novia de toda la vida en la recién construida iglesia de San Pedro de Mezonzo, cuyas obras habían terminado apenas un año antes. El jugador salió del templo y, tras las fotos de rigor, se fue a coger su flamante descapotable y se dedicó a ir llevando en varias viajes a todos los niños del barrio a dar un paseo por los alrededores. Allí, subida como tantos otros en el haiga de Amancio Amaro pudo comprobar, a cielo descubierto, la pasta de la que está hecha la auténtica gente de barrio. Aquella a la que, si un día la fortuna les sonríe, se hacen ricos y sus vidas cambian de un plumazo, lo primero que hacen es ir a compartirlo con su gente; con los otros chavales del barrio.