Pocas cosas en el fútbol han perdurado en el tiempo tan sólidamente como el prestigio del Wunderteam. Eso, a pesar de que no quedará mucha gente viva que haya podido ver en persona el juego de aquella selección austríaca liderada por el enorme talento de Matthias Sindelar. El Mozart del Fútbol estaba bien rodeado de compañeros como Karl Sesta, Johann Hórvath, Josef Smistik, Walter Nausch o el killer Josef Bican, que promedió 1,6 tantos por partido en toda su carrera, siendo el registro goleador más alto que jamás haya visto la historia de este deporte.
En la dirección técnica, tenían mucho más que dos entrenadores. Hugo Meisl (principal) y Jimmy Hogan (asistente) fueron dos de los divulgadores de la cultura futbolística que se esparció a lo largo del interior del continente a principios del siglo XX, formándose alrededor de ambos aquel caldo de cultivo conocido como la Escuela del Danubio. Es uno de los primeros vestigios del concepto de juego que actualmente conocemos como Fútbol Total.
Viena, la urbe puntera de Europa Central
Viena era entonces una de las grandes capitales culturales de Europa, y allí residieron multitud de artistas plásticos, músicos, escritores, arquitectos, políticos y otras personalidades del espectáculo y de las artes. Gustav Klimt, Odilon Redon y Oskar Kokoschka fueron pintores prominentes vinculados al expresionismo y al movimiento Sezession. Al mismo tiempo, Otto Wagner y Joseph Maria Olbrich preconizaron el racionalismo en la arquitectura. También trabajaron en la capital austrohúngara Sigmund Freud o Franz Kafka, y el elenco de personalidades históricas es aún mayor si hablamos de música. Mozart, Strauss, Brahms, Schubert, Haydn o Schönberg son varios de los compositores que vivieron alguna vez en una ciudad que, expandida sobre ambos márgenes del río Danubio, estaba evolucionando a pasos agigantados. En términos futbolísticos, aparecieron muchos clubes y gran cantidad de jugadores interesantes durante las primeras décadas del siglo.
Sindelar, Der Papierene
Matthias Slindelar (Moravia, 1903) era un tipo delgadito y relativamente espigado. Su gran potencial nunca residió en el poderío físico, sino en una habilidad técnica y una lectura del juego muy superior a la de sus rivales. La prensa del Imperio Austro-húngaro solía llamarlo Der Papierene —el Hombre de Papel— por su aparente fragilidad, y lo escurridizo que se mostraba a ojos de las retaguardias contrarias. Un futbolista que pronto se metió al público en el bolsillo gracias a lo liviano, elegante y armonioso que resultaba su fútbol a ojos de la grada.
Estuvo prácticamente toda su carrera en el FK Austria Wien, donde fue campeón de liga (una vez) y copa (cinco), consiguiendo además la prestigiosa Copa Mitropa en dos ocasiones (1933 y 1936). Allí compartió vestuario con Nausch y algún otro integrante de la selección, con la que finalmente adquirió una enorme proyección internacional. Sindelar fue de los primeros futbolistas centroeuropeos en protagonizar anuncios y salir retratado en envoltorios de productos de consumo. Su marca se fue haciendo cada vez más prestigiosa, paralelamente a su capacidad para explotar unas virtudes inéditas sobre el césped.
Éxitos con el Wunderteam
Aunque debutó en 1926 con la selección austríaca, la calidad de Sindelar no cuajó hasta entrada la década de 1930. Fue entonces cuando aparecieron las primeras referencias al Equipo Maravilla que dirigía Meisl. Ganaron en 1932 la Copa Europea de las Naciones, una suerte de competición precursora de las actuales Eurocopas, y llegaron al mundial de Italia 1934 con una racha victoriosa sin precedentes, en la que habían goleado a muchas de las otras potencias del balompié continental. Das Wunderteam era el equipo al que todo el mundo quería ir a ver. Sin embargo, la presión política les negó una victoria más que merecida y que hubiera supuesto el primer mundial del país.
Injusticia en Italia 1934
El combinado de la ÖFB ganó su primer partido a Francia, y repitió victoria en cuartos de final frente a la rivalísima y siempre difícil selección húngara. Al llegar las semifinales, fueron emparejados con Italia, la anfitriona dirigida por Vittorio Pozzo en medio de la expectación de todo un país que, en ese momento, se encontraba bajo el régimen fascista de Mussolini. Venían de eliminar a España —una de las favoritas al título— con malas artes y tras un partido de repesca absolutamente polémico.
La semifinal no fue diferente, y se concedió un gol ilegal a favor de los locales, anulando uno legal a los visitantes. Se cree que Il Duce sobornó a los árbitros y amenazó de muerte a la plantilla azzurra si no ganaban. Austria fue finalmente cuarta y Sindelar se llevó el Balón de Plata de la competción. Dos años más tarde, Austria conseguiría la medalla de plata en los JJOO de Berlín 1936, ya sin el delantero vienés en su plantilla.
Anschluss y disolución de la ÖFB
La Anschluss fue uno de tantos males que trajeron consigo el auge del nacionalsocialismo y el establecimiento del III Reich. Austria fue anexionada por los militares alemanes como provincia (Ostmark) y anulada como país independiente en todos los aspectos. El fútbol no fue una excepción, y la creciente fama de este deporte hizo de él un juguete simbólico para gobernantes y dictadores de muchos países a la hora de mostrar su poderío como estado. Austria pasaba por ser en aquel momento el mejor combinado nacional de Europa, y la codicia del Führer por hacerse con los servicios de sus jugadores fue inmediata.
El decreto de la Anschluss, comunicado por Hitler a las masas desde el famoso balcón de la Hauptplatz de Linz, anunciaba la 'voluntaria' supeditación del territorio austríaco y sus aparatos gubernamentales al Reich. Sin embargo, Matthias Sindelar y tantos otros jugadores del mítico Wunderteam rechazaron jugar bajo la bandera alemana. Se suprimieron los contratos profesionales y se bloqueó en las competiciones a varios clubes, entre ellos el Austria Wien. Desgraciadamente, Hugo Meisl fallecía de un infarto en 1937, al tiempo que se desmoronaba el deporte en el país.