Messi, Busquets o Luis Suárez han sido algunas de las leyendas del fútbol actual que han decidido retirarse en el país de las barras y estrellas. Pero el reclamo estadounidense ha tentado a figuras internacionales desde los años 70. Antes que la Major League Soccer existió la NASL, un campeonato precursor que trajo a figuras de alto copete en sus años de declive. Desde que aterrizó Pelé en el Cosmos neoyorquino, decenas de jugadores acabaron retirándose en los EEUU debido a las grandes ofertas económicas que trataban de lanzar el soccer como producto en norteamérica. Allí cada deporte es un espectáculo. Y cada espectáculo es un negocio. Esta es la historia de un show futbolístico nunca antes visto al otro lado del charco.
La North American League Soccer, o NASL, fue el campeonato que primero apostó por utilizar el prestigio de jugadores famosos y con una trayectoria contrastada en Europa o Latinoamérica para promocionar un deporte que, hasta entonces, carecía de una masa de seguidores suficientemente significativa allí. El fútbol había triunfado en todo el mundo occidental, pero la tierra del Tío Sam seguía siendo un nicho esquivo para los empresarios del balompié que veían un gran potencial en el mercado yankie.
Orígenes de la NASL y primeras llegadas
En la National Professional Soccer League, certamen que precedió a la NASL, habían estado ya el ex-madridista Santisteban, el checo Yanko Dauçik, el galés Phil Woosnam o el flaco César Luis Menotti. A partir de la fusión de dos campeonatos existentes, la NASL tomó forma en 1967. Durante las primeras temporadas, un número muy limitado de equipos competían en un sistema de liga regular cuyas reglas no siempre coincidían con las del fútbol tradicional. La federación trataba de hacer del balompié algo atractivo para el mercado, y hubo varios palos de ciego antes de que la cosa empezase a despegar. Fue al poco de fundarse cuando llegó el brasileño Vavá, la primera gran personalidad en firmar un contrato con un equipo de los EEUU.
Llegado el año 1970, las audiencias seguían siendo muy pobres. El proyecto necesitaba una apuesta mucho más arriesgada y ambiciosa si quería captar la atención de un país entero en el que ya triunfaban como deporte de masas el béisbol, el fútbol americano y el baloncesto. Fue entonces cuando los dirigentes cambiaron el chip hacia un formato nuevo y decidieron sacar la billetera para traerse a grandes nombres del fútbol mundial. A mediados de la década, comenzó el desfile de estrellas que terminó por encumbrar al campeonato estadounidense.
Llegan Pelé y Eusébio
La llegada de Pelé procedente del Santos, en 1975, fue un bombazo mediático. John O'Reilly —portavoz del Cosmos de NY— se encargó de anunciar su fichaje en el mítico Club 21 de Manhattan, diciendo que en EEUU habían tenido grandes estrellas del deporte, pero nada comparado con Pelé, por mucho que un grueso de la población nacional ignorase quién era O Rei, y la descomunal dimensión del brasileño como celebridad internacional. "Todo el mundo quería tocarlo, estrecharle la mano o hacerse una foto con él", dijo O'Reilly.
Pero el diez canarinho no llegó solo. Aquel verano aterrizaba también el único jugador que pudo rivalizar con él en grandeza durante la década anterior. Se trataba del mítico Eusébio, máximo goleador en el mundial de 1966 y estrella del irrepetible Benfica de Béla Guttmann, bicampeón de la Copa de Europa. Además, la Pantera de Mozambique trajo consigo a su compañero António Simões, el destacado extremo zurdo de aquel histórico equipo de las águilas.
Best, Banks y Moore lideran la British Invasion
En los años sucesivos fueron aterrizando en diferentes equipos algunos de los jugadores británicos más reputados. En el ocaso de sus carreras, firmaron George Best, Gordon Banks y Peter Beardsley (Fort Lauderdale Strikers), Geoffrey Hurst (Seattle Sounders), Bobby Moore (San Antonio Thunder) o Allan Ball Jr. (Philadelphia Fury). Muchos de ellos mantenían muy buen cartel gracias al título mundial ganado en Inglaterra '66. Mención aparte para George Best, una figura much más solicitada que Beckham en su tiempo, la estrella rutilante que vendía tantas revistas como goles marcaba, y que hizo carrera en la NASL durante 6 temporadas (1976-1981) jugando en tres diferentes franquicias.
La Naranja Mecánica en la NASL
Otros fichajes de relumbrón tuvieron como protagonistas a varios holandeses subcampeones del mundo en 1974 y 1978. Los mejores pupilos de Rinus Michels se fueron a EEUU encabezados por Johann Cruyff y Wim Suurbier (Los Angeles Aztecs), Johann Neeskens (NY Cosmos), Rob Rensenbrink (Portland Timbers) y Ruud Krol (Vancouver Whitecaps). Todo un lujo para la NASL, ya que la mayoría llegaron en 1979, tan sólo un año después de la final de Buenos Aires.
Se unen Beckenbauer y Gerd Müller
Otros dos pesos pesados del fútbol europeo, el káiser Franz Beckenbauer (NY Cosmos) y Torpedo Müller (Fort Lauderdale) hicieron acto de presencia en una liga que ganaba enteros con cada nueva incorporación. Los dos jugadores alemanes más famosos de la década daban más consistencia, si cabe, al torneo que competía por estar entre los más exclusivos. La mediatización de la liga y la magnitud de las estrellas llegadas de Sudamérica y Europa alimentaron el caché de una NASL que crecía cada año a pasos agigantados.
Más figuras internacionales
La nómina de extranjeros se fue completando con otros ilustres del fútbol internacional, como el polaco Kazimierz Deyna (San Diego Sockers), zurdo centrocampista de la mejor Polonia; aquella que fue bronce en Alemania '74 y campeona olímpica en Münich '72 y plata en Montréal '76. También llegó el campeón del mundo Carlos Alberto Torres (NY Cosmos), el delantero italiano Roberto Bettega (Toronto Blizzard), y dos legendarios jugadores hispanoamericanos: el defensor chileno Elías Figueroa y el peruano Teófilo Cubillas (ambos a Fort Lauderdale Strikers). También estuvieron jugadores renombrados como Peter Lorimer, Graeme Souness, Bruce Grobelaar, Roy Wegerle, Björn Nordqvist, Rodney Marsh o Giorgio Chinaglia.
El show-business de Phil Woosnam
La liga estuvo en su culmen desde 1975 hasta 1983, aproximadamente. Unos 20 jugadores de los 44 nominados en el Once de Oro entre los mundiales de 1966 y 1982 se dieron cita en la NASL, lo cual da una idea del potencial de la liga dentro y fuera de los EEUU. Es por ello que a la fuerte inversión y búsqueda de patrocinadores, la federación americana añadió largas giras internacionales con amistosos salpicados por todo el mundo. Una máquina de generar dinero en el país que convierte cada forma de arte en una forma de negocio. Y todo funcionó bien durante un tiempo, y la competición mostraba rentabilidad económica. Pero el buen hacer del comisionario Phil Woosnam, galés de nacimiento y al mando de la liga desde 1969, se vio truncado tras la votación del comité regulador en la que salió expulsado del cargo. Era diciembre de 1982.
Ocaso y disolución
Para 1984, la NASL contaba con 9 equipos inscritos. Todas las grandes figuras del campeonato se habían retirado ya, y el tirón entre los aficionados no era el mismo. La organización decidió suspender la edición de 1985, en la que sólo dos franquicias mostraron interés. Así pues, el formato se convirtió en un torneo indoor para viejas glorias y los nombres de las franquicias fueron utilizados en algunos casos para la actual MLS, y en otros desaparecieron. Actualmente, el formato se considera el principal antecedente de la Major League Soccer, y se ha reflotado como una competición de segunda categoría fuera de la pirámide de la asociación oficial. Un pobre presente para el que un día fue un campeonato lleno de sorpresas y espectáculo. La antigua NASL seguirá siendo siempre un recuerdo tan fugaz como inigualable.