De Federico Chiesa (Genoa, 1997) no se puede decir que sea, precisamente, un tipo con la suerte de cara. De haber nacido veinte años antes, su palmarés sería, seguramente, otro muy distinto. Pero es muy probable que eso a él no lo traiga de cabeza. De todos los partidos que le he visto jugar, puede ser que estuviese entre los mejores sobre el campo, técnicamente hablando. Pero una cosa es segura: era, con diferencia, el tipo más despierto de los veintidós; el más vivo.
A Chiesa le late el corazón más fuerte que a los demás futbolistas. Es el torbellino que dinamita el aburrimiento cuando un partido se estanca en el mediocampo; el que se anticipa a un balón antes de que cualquier defensa haya pensado siquiera en ir a buscarlo, y el que va corriendo sacar un córner en el minuto 90, aún cuando va perdiendo por cuatro goles. Le importa todo tres carajos, porque él sale al campo con un sólo objetivo entre ceja y ceja. Chiesa es el espíritu del que carecen muchos equipos de fútbol, y aquel que tantos entrenadores ansían para su plantilla.
Despuntando en la Fiorentina
Pero las cosas, a nivel deportivo, no le han ido del todo bien a Federico Chiesa. Despuntó en la renovada Fiorentina, como sucesor de un Dušan Vlahović ahora considerado traidor por la hinchada viola. Un club que fue un secundario con galones en la mejor época del Calcio, entre los 80 y los 90 del siglo pasado, y que ahora lucha por asentarse como equipo de Conference League con muchas dificultades. Allí echó cinco temporadas en las que describió una trayectoria intachable, valiéndole ser convocado a la Euro de 2021, la de la pandemia.
La Eurocopa que ganó Chiesa
Su torneo fue espectacular, y Fede Chiesa jugó un rol primordial en la consecución del título que es, por ahora, el único que luce en su palmarés junto a un par de copas con la Juve. Una victoria especialmente llamativa teniendo en cuenta el devenir de la Squadra Azzurra en los últimos tiempos. Nadie era capaz de liderar una selección que hacía 15 años que no ganaba nada. Una travesía por el desierto cuyo final parecía estar en manos de sólo un jugador, que poco a poco se estaba convirtiendo en la mejor baza del balompié transalpino.
Una Juventus en horas bajas
Fichó un verano antes de aquel torneo por la Vecchia Signora, justo en el momento en que los turineses perdieron el cetro de poder del fútbol italiano. Una jugada que hubiese sido ganadora en casi cualquier momento durante los últimos 50 años, pero que al extremo genovés le salió rana. Chiesa ejemplificó como pocos aquel estigma que persigue a quien está en el lugar idóneo, pero en el momento equivocado. Cuatro años en una Juve que venía de ganarlo todo en Italia sin despeinarse, y que de un día para otro dejó de rascar la plata como había hecho hasta entonces.
Fin de ciclo, baile de entrenadores, salidas de gente como Donnarumma, fiascos como Rabiot y Pogba... y en el medio un tipo auténtico; un profesional de verdad, de los que callan, corren y juegan como si mañana fuese a acabarse el mundo. Pues justo ahí llegó la mala suerte y dobló su apuesta. Federico Chiesa se lesionaba en enero de 2022 del ligamento cruzado, quedando varado casi un año en el dique seco.
Superando la fatalidad
Las dudas sobre su rendimiento a la vuelta del post-operatorio eran razonables, teniendo en cuenta que su fútbol explosivo podría resentirse no sólo en lo físico y muscular, sino también en lo psicológico. Pero Fede Chiesa volvió a demostrar que seguía siendo uno de los mejores del mundo el curso pasado, anotando 10 goles en 33 partidos de liga. Recuperó su forma y sus antiguas sensaciones, y volvió a cabalgar después de haber sido dado por muerto, como hacen los viejos rockeros.
Fichaje por el Liverpool
Llegó un nuevo verano y, al estar en su último año de contrato, el delantero pudo negociar libremente su salida de una Juve que, ahora mismo, se le quedaba pequeña. No eran pocos los clubes que deseaban acometer su fichaje. El jugador mantenía muy buen cartel pese al calvario que atravesó por culpa de su rodilla, y se habló de Barça, United e incluso Paris Saint-Germain. Sin embargo, fue Arne Slot el que lo convenció para jugar en Anfield durante los próximos cuatro años. No se sabe qué papel va a jugar el nuevo Liverpool en el 'año uno después de Klopp'. Puede que su fin de ciclo vuelva a dejar en la estacada a un Federico Chiesa con hambre de títulos. Lo que es seguro, es que no fallará su ambición. Sus ganas de pelear cada pelota con la garra de un templario y su capacidad de adaptarse a lo que el destino provea.
Enrico vs. Federico
A todo esto, dábamos por obvia una cuestión. Fede Chiesa tuvo —y tendrá, seguramente— que hacer frente toda su vida al hecho de que su padre fuese un futbolista simbólico y exitoso. Enrico Chiesa estuvo en el mítico Parma de los 90, en la Sampdoria y en la selección nacional, y su sombra parece que podría convertirse en una losa pesada a espaldas de su vástago Federico. Sin embargo, el joven Chiesa parece haber pasado por encima de esta conjetura con la facilidad de quien se sabe dueño de su destino por pura meritocracia. Qué más da cuántos títulos gane, o que fiche por un club que justo entra en una época de crisis. Fede Chiesa siempre será un futbolista diferencial porque sólo le interesa una cosa: llegar a un balón antes que su rival; con eso basta.